miércoles, 28 de diciembre de 2011

EL PROCOMUN

El "procomún". Que es eso ? Pues que todo lo que escribes o salga de tu boca, ya no te pernece en propiedad, no lo puedes retener, ni pedir por lo que has dicho, ni mucho menos exigir ningún rédito. En sustancia, el procomún es como el comunismo cristiano en la época de las catacumbas, todo es de todos, frente al imperio romano que le persigue por ir contra el sistema. El procomún despues de tantos siglos tiene el mismo origen la misma etiología. El gran analista Karl Marx lo fraguó bien con la denominación lapidaria de "la propiedad de los medios de producción". La historia así lo ha manifestado hasta hoy.
Hasta hoy, en el que el gran dios cibernético ha descubierto toda la propiedad, todo eso que haces o sale de la boca, propagándolo en el campo virtual, de forma que es muy accesible desde cualquier punto de la aldea global.Es el dios cibernético también procomún ? Por la facilidad de acceso a su campo, el mundo entero, no se puede decir que así sea. Para escribir esto, necesito de un servidor que a su vez me lleve a un buscador que a su vez contacte con la infraestructura cibernético-espacial establecida, pagando por ello. El dios cibernético por tanto no es procomún; es el que maneja la propiedad del nuevo mundo virtual, donde se exhibe la producción, los medios de producción.
Así las cosas, la historia también lo explica, en el procomún cristiano de las catacumbas, una vez sometido el imperio, sale a la luz y se apropia de los medios de producción, el procomún hasta entonces, para establecer su dominio, estableciendo normas de distribución, redistribución, aranceles y valías. Lo mismo que se puede predicar ahora del dios cibernético virtual, que establece aranceles para entrar en su dominio global, que quiérase o no existen, considerando el procomún como propio y relegando la propiedad de cada uno de los productores allegados a ese mundo, a la regulación entre ellos mismos, desligándose de la polémica. Y en este punto es de recordar que a diferencia de aquella implantación de reglas sobre la propiedad, su distribución, su redestribución y su arancel, el dios cibernético actual, no se inmiscuye, sino que simplemente dice, a diferencia del dios eclesial, que no entra en cómo, ni qué, ni a quien le pertenece o debe percibir algo o nada por escribir en ese cuerpo místico virtual.
Con esta perspectiva bien se puede sugerir, que, por encima de cualquier análisis finalista, está la inercia histórica establecida y consecuentemente el quid se ciñe a solventar la necesidad de que para poder seguir contribuyendo al procomún es vital un reconocimiento (que lo tiene por el mero hecho de estar aquí escribiendo en este campo virtual) que le sea rentable, precisamente, para poder seguir escribiendo y en consecuencia contribuir al dominio del dios cibernético. Esto es, conseguir algún rédito por la producción aportada y divulgada.
Y es justo en esta disyuntiva, donde salta la chispa, en la misma línea que saltó en el aludido tiempo catecumenal, de forma que el polo que lleva la carga de dominio se enfrenta al otro polo el de la carga que se resiste a contribuir con su propia cosecha sin rédito alguno al dominio del procomún virtual, como ha tenido hasta ahora en el dominio material.
Qué solución se le barrunta al sistema, más allá de la presumible inercia histórica que lleva en si misma.
La verdad que para seguir escribiendo, paradójicamente, tengo que echar mano precisamente del “procomún” que me ofrece el dominio virtual aludiendo a todos los pensadores, antropólogos que navegan en este ciberespacio, y, entre ellos, el reconocido en el tema finalista, de visión global de la solución final, el omega, el alfa y la omega, la visión de Pierre Teilhard de Chardin, al que me remito en clarificación de lo dicho.

Así y mientras tanto se restablece el circuito, esto que queda escrito es un producto “procomún” que como tal no se lo puede apropiar nadie, ni siquiera el mismo que lo escribe, aunque, le haya costado pagar por publicarlo en la web. Pero tampoco se lo puede apropiar nadie para venderlo como propio, siendo como es un producto procomún. Porque al igual que hacen los comerciales, de venderlo, deberán identificar la fuente, de donde han aquirido el producto puesto en venta, que si lo ofrecen como propio, a parte de ser una suplantación si no una apropiación indebida de lo procomún, es una añagaza que en esta aldea cibernética global y estas alturas, ya no se la traga nadie.

No será por tanto, in fine, difícil vislumbrar que el dominio del campo virtual seguirá la inercia de la rueda, que todo el mundo contribuyó a su aparición hasta la actualidad en que todo el mundo se sirve de ella sin pagar ningún arancel. Cierto que para este producto, este escrito, aun tengo que pagar el arancel de acceso al campo, pero el campo, sigue siendo el sitio donde puedo ofrecer mi producto, y si quiero rentabilizarlo tendré que o bien sacarlo del campo, o pedirle rédito al campo por subir al procomún del campo el producto. El dominio del campo no me lo va consentir, y por lo tanto si quiero vender mi producto, rechazada la disyuntiva anterior, tendré que acordar un stand propio, pagando claro está, para beneficiarme de la globalidad del producto procomún que el propio campo domina.

Y es que ya está inventado todo. Y todo lo que no sea tradición es plagio.